Hace unos días, mientras paseábamos por la tarde, comenzamos a sentir hambre. Una tontería de esas que pasan a las ocho y media de la tarde. Ya sabéis.
Como estábamos lejos de casa pensamos en cenar fuera. Un día es un día.
La avenida donde nos encontramos estaba repleta de lugares donde tomarse algo y todos llenos. Desde Burger King hasta la pequeña taberna local. Meses de vacaciones en un lugar turístico, ¿qué se puede esperar?
Nosotros buscábamos algo un poco diferente y nos llamó la atención un restaurante de Noodles que ahora están poniéndose de moda. Vacío. Tan vacío que dudamos si estaba abierto. Y lo estaba. Pero con la excepción del personal del restaurante y de los botes de salsa picante, no había ni un alma.
El local
Lo curioso es que el restaurante está en una buena zona de la avenida, es bonito y muy llamativo por su diseño pero no estridente. Sí, vacío.
Desde unos metros de distancia, dudamos si quedarnos allí o irnos a algún sitio más convencional.
Al final, nos arriesgamos. Total, como he dicho antes: un día es un día.
Los (no)clientes
Nos sentamos y después de ver la carta, la camarera tomo nota amablemente. Mientras esperábamos allí, solos, siendo el blanco de todos los paseantes, observé que no éramos los únicos que nos habíamos sentido atraídos por el local.
Mucha gente pasaba por allí, se paraba, miraba y, con cara de incomprensión seguía su camino. Algunos, más valientes, se acercaban a alguna mesa donde ojeaban la carta.
Pasado un tiempo un par de familias más se sentaron y dejamos de sentir la presión de la soledad.
Las causas: una propuesta complicada
Un nombre algo críptico, que incluye la palabra «Noodles», con un local muy sofisticado, lleno de camareros y todo muy brillante. Una carta difícil de entender y, aunque había fotos -muy bien hechas- de algunos platos cerca de la caja, de manera parecida a los restaurantes de comida rápida, éstas eran poco válidas a la hora de entender qué se podía pedir allí.
El producto era bueno, la pinta que tenía la comida era excelente y el sabor no estaba nada mal.
Sin embargo, el cliente necesita una propuesta de valor clara y fácilmente comprensible. Y parece ser que, en este caso, no lo era.
Posiblemente dentro de un tiempo todo el mundo sepa qué son los noodles y nuestros niños nos supliquen ir a un sitio como este, pero por ahora esto no ocurre. Los usuarios más innovadores ya los conocen con seguridad, pero aún no han conseguido transmitir, prescribir este tipo de comida al resto del mercado.
Conclusión: mientras todos los locales de la avenida estaban prácticamente llenos, éste se tenía que conformar con nuestra presencia, que no es poco, dicho sea de paso, pero que quizás no sea suficiente para hacer rentable esa tarde de verano, que tampoco comemos tanto.
¿Solución?
Comunicación. Si tu producto es complejo o muy innovador tendrás que emplear tiempo en conseguir que el cliente lo entienda y lo asuma como algo que potencialmente quiere comprar.
Incluso con un producto excelente, si nadie llega a conocerlo, probablemente acabe olvidado en un cajón para siempre.