Falta un «¡por quién me tomas!» en el título, pero ya me parecía demasiado largo. No sé si os suena la afirmación del título. Seguramente no sea al pie de la letra, pero es posible que hayáis escuchado alguna de sus posibles variaciones. Puede ser tan inocente como «ah, pues no lo había pensado» o tan sencillo como «a mí el marketing no me interesa» o tan temerario como «eso a mí no me hace falta».
Una velada literaria con una pincelada de marketing
Durante una reciente presentación de un libro, su autor reflexionó sobre su obra y, finalmente dejó a la posteridad la responsabilidad de decidir si su novela era una obra maestra o simplemente un libro más. Al final obras como el Quijote o «Cien años de soledad» son, según él, juzgadas por la humanidad que es quien decide si merecen ser obras universales o no. No hace falta más.
Ideas frecuentes
Muchos empresarios consideran que un buen hacer es suficiente para triunfar. Otros están convencidos de que un buen producto se vende solo. Otros muchos simplemente están tan ocupados gestionando sus productos o servicios que, simplemente, no tienen tiempo que perder en eso del marketing.
Prejuicios sobre el marketing
Además de ciertas ideas que aparecen con frecuencia en la mentalidad de algunas personas, existen otras que son directamente prejuicios sin base alguna pero que condicionan las actitudes.
- El marketing es un engaño
- El marketing es manipulación
- Mi producto no precisa de ese engendro llamado marketing, está muy por encima de él
- Un buen servicio o producto se vende solo
- Que me lo quitan de las manos
- Con el boca-oreja es suficiente
- Zara, Mercadona o Facebook no se anuncian y les va bien, ¿para qué iba a tener que hacerlo yo?
Podríamos seguir todo el día con esto, pero creo que es suficiente para hacerse una idea.
El final de la velada
Al salir de la sala de conferencias me asaltaba una duda: ¿cuántos autores que pensaban como él han dejado ir verdaderas obras maestras de la literatura universal simplemente porque nadie tuvo la oportunidad de conocerlas?
Es cierto que, para que una obra de arte acabe siendo proclamada como un bien universal, debe ser genial. Pero lo contrario no tiene por qué ser cierto: ser una verdadera obra maestra no es suficiente para que la humanidad lo reconozca. Además de ser buena, tienen que darse otros condicionantes, entre ellos que alguien sea capaz de apreciar esta bondad.
Triste al llegar a casa guardé un minuto de silencio como homenaje a aquellas obras que murieron sin salir del cajón de su autor, del estudio donde su pintor las dibujó o en el armario en que el compositor las dejó esperando que algún director de orquesta fuera a por ellas.
El marketing es necesario
A no ser que seas tan humilde como una monja de clausura y no desees que nadie conozca tus obras o tan egoísta que decidas ocultar tus prodigios a los demás, es necesario comunicar a los demás lo bien que haces algo para que estos puedan apreciarlo.
El boca-oreja funciona pero requiere de una mínima audiencia crítica y mucho tiempo para obtener resultados. Tanto que, quizás, tu empresa no exista cuando el producto alcance el éxito.
No es indigno promocionar tus productos o servicios. Hacerlo no los rebaja a una categoría «moral» inferior. El marketing no consiste en engañar a tus potenciales clientes para que te compren, no es manipulación.
Los productos que se venden solos deben existir pero yo no conozco ninguno (se aceptan sugerencias).
Y, lo peor: tener un producto que puede cambiar la vida de alguien y no hacerlo público es una irresponsabilidad que hará que, probablemente, sus potenciales destinatarios jamás lleguen a disfrutarlo.
Conclusión
De nada sirve ser el mejor en algo si nadie lo sabe. Esto puede producir un cierto regocijo interior para el autor a corto plazo y poco más. De hecho, sería una irresponsabilidad dejar morir tus productos sin que nadie los conozca si tan buenos son.