Cuando uno cierra los ojos y piensa en talento en el ámbito de la empresa, normalmente, su visión gira hacia desaliñados ingenieros, economistas perfectamente calzados, informáticos en vaqueros, gente con gafas, científicos locos o, incluso, malabaristas, que los hay. Es cierto, pueden ser parte de eso que llamamos talento.
Pero no todo es eso
El talento puede aparecer en cualquier empleado de la empresa, desde el primero al último. Puede que el talento se manifieste en forma de carretillero o de ejecutivo, en forma de ideas geniales o de un trabajo superior. Puede ser despreciado por los responsables de la empresa, envidiado por los compañeros o ignorado por todos. O bien puede ser todo lo contrario.
El talento es algo que hay que gestionar bien. Menuda obviedad que vengo yo a contaros a estas horas…
El caso que nos ocupa hoy
Una pequeña empresa por no decir micro empresa que presta servicios, digamos, de jardinería: ¿a quién se le ocurre ir a buscar talento allí? ¡Si son jardineros!
Pues lo hay y, en este caso, sin que sea apreciado por los dueños. Las empresas de jardinería dependen mucho del talento de sus jardineros: si estos trabajan de manera eficiente y «manejan» bien las plantas, pueden construir un verdadero vergel. Si, por el contrario, son simplemente uno más, pueden acabar convirtiendo el edén en un vertedero. Por mucho esfuerzo que pongan los dueños en gestionar bien los activos y pasivos de la empresa, dependen directamente, entre otras cosas, del talento de sus trabajadores.
¿Y qué pasó?
Pues resulta que al jardinero más talentoso, le pagaban unos de 900€ al mes brutos, que trabajaba de sol a sol y, por las noches, tenía que seguir trabajando para completar su nómina y pagar la hipoteca. Y eso que el hombre no sólo era buen jardinero, sino que era un estupendo manitas: pintaba, le daba a la albañilería y era capaz de mantener una instalación eléctrica relativamente compleja.
Sin embargo, un día… nuestro buen jardinero decidió que ya estaba bien, que se acabó.
Lo comentó con un amigo, se dio de alta como autónomo y… se fue de la empresa donde era tan apreciado. Y de paso se llevó a una buena parte de los clientes que ésta tenía gracias a su buen hacer.
El final de la historia para el buen jardinero
No sabemos qué ocurrirá. Sí que este hombre, consciente de sus limitaciones para la gestión empresarial y otros asuntos, se ha buscado alguien que le ayude en esos temas. Ahora es un hombre libre que usará su talento en beneficio propio.
El final de la historia para la empresa
Supongo que pensarán que este hombre es un traidor, que les ha robado sus clientes, que no ha sido leal, que menudo estaba hecho y que menos mal que se han librado de él ya, que luego podría haber sido hasta peor. Espero equivocarme.
Gestión del talento
Lo que está claro es que esta empresa no era consciente del talento que tenía en su propia plantilla. Es lo primero que hay que hacer para gestionar el talento: ser capaz de reconocerlo.
Una vez que la empresa conoce a sus empleados y los talentos que les adornan, debería encargarse de proteger ese importantísimo activo para no echarlo a perder o, lo que es peor, que en poco tiempo, se convierta en su propia competencia.
Lo confieso
Me alegro de la decisión que ha tomado el jardinero. Espero que le vaya bien, de corazón. Y espero que esto sirva a la empresa para darse cuenta de que, incluso en época de crisis, al talento hay que cuidarlo. Espero que no hayan perdido tantos clientes como para tener que cerrar.
Reflexionemos
- ¿Cuentan nuestras empresas con gente talentosa? ¿Lo sabemos?
- El talento puede encontrarse en cualquier parte, ¿habéis buscado?
- ¿Qué hacéis con estas personas especialmente valiosas? ¿Algo aparte de una palmadita en la espalda de vez en cuando?