Hemos contratado una empresa que nos va a realizar un servicio. Hasta ahora teníamos otra empresa que se encargaba del asunto, pero como no nos llevábamos bien del todo, hemos decidido probar con ésta nueva a ver qué pasa.
El contacto: muy bien
Para realizar la contratación hay que contactar con la empresa, claro. ¿A quién se le va a ocurrir contratar algo sin contactar con nadie? Lo dicho, que les llamamos. Y, oye, gente muy simpática y correcta. ¡Bien!
La oferta
Bien también, ¿para qué nos vamos a engañar? Nos gusta. Una oferta apropiada al servicio que nos van a prestar, tanto en precio como en calidad, por lo menos, la calidad que se entrevé, que luego veremos qué pasa en la vida real, claro.
Y empezamos…
Recibimos al personal que realizará el servicio, sus equipos y el correspondiente papeleo. Todo parece ir bien. Sin embargo… entre todo ese papel hay algo que me llama la atención: El MFO, Manual de Funcionamiento Operativo. Oye, ¡qué bien! ¡Con lo que me gustan a mí los procesos!
… con los problemas
El manual es, en realidad muy corto, como deberían ser todos. Detalla con más o menos detalle qué hará cada persona en cada momento una vez empiecen a ofrecer su servicio.
Y, ¿cuál es el problema? Pues, en realidad, varios:
- La composición del documento: Las tablas se salen del papel, los encabezados y pies están mal compuestos, las imágenes deformadas… Empezamos mal.
- El contenido: demasiado escueto y poco elaborado. No fácil de entender y no hay alternativas si algo no sale mal, es poco más que una lista de tareas.
- Las formas: un documento plagado de faltas de ortografía. Ni siquiera el nombre de nuestra empresa está bien escrito.
Imagen y profesionalidad
Cierto, es un problema de imagen y poco más, la ortografía no está de moda, los ordenadores corrigen las faltas… ya.
Pero la imagen dice mucho de tu empresa. Es indicativa, entre otras cosas, de la profesionalidad.
Lo que yo deduzco cuando me leo un documento como ese es que no hay interés en redactarlo, lo ven como un trámite más que probablemente algún consultor les habrá «vendido», que los procesos no son importantes para esta empresa ya que han redactado el documento con la punta del pie. Que lo ha redactado el primero que han pillado con un rato libre y que, ni siquiera, se sabe el nombre del cliente.
Y eso no es profesional. Es un mal punto de partida.
¿Reflexionamos?
¿Qué pensaríais de una compañía aérea que os entregara un manual de seguridad a bordo plagado de faltas de ortografía y con el nombre del avión mal puesto? ¿Qué pensaríais de una empresa que os entrega una factura en esas mismas condiciones? ¿Qué pensaríais si vuestro banco no escribiera bien vuestro nombre? ¿Y de una tienda online que no deletree correctamente sus productos?
Y ahora, al revés: ¿revisáis las comunicaciones de vuestra empresa con vuestros clientes para que nunca se den situaciones como ésta?