Sería más cómodo: un botón que, al pulsarlo, causara un «no a todo». Algunos se evitarían tener que contestar con un «no» a cada pregunta o propuesta que se les presenta. Mucho más sencillo que ir diciendo «no» cada vez. ¡Anda que no sería útil!
Una actitud: «no a todo»
El «no a todo» es una actitud genuina en muchas personas. Igual que el «sí a todo», para qué nos vamos a engañar.
Hay personas que acuden a libros de autoayuda para que les enseñen a decir «no» y personas que escriben esos libros, expertos en decir «no» a cualquier cosa. Incluso a billetes premiados de lotería.
Las causas
Miedo al fracaso, el orgullo, el desconocimiento, la falta de seguridad en uno mismo, el rol que se adquiere en el entorno, la falta de hábito, el exceso de hábito… son muchas las causas posibles para una respuesta automática en el momento en el que hay que decidir algo.
Las consecuencias
Probablemente la persona que dice «no» a todo acierte en algunas ocasiones. Incluso un reloj estropeado da la hora correcta dos veces al día.
Tanto el «no a todo» como el «sí a todo» son peligrosos porque implican una no reflexión acerca de las opciones que se plantean. Una respuesta por defecto, sea la que sea, es errónea por definición, aunque en algunas ocasiones llegue a acertarse.
La reflexión
Reflexionar es importante. Aunque luego la decisión se deje al azar, haber reflexionado sobre el objeto de la decisión siempre aportará más que no haberlo hecho. Dejar pasar la opción de reflexionar y tomar decisiones por defecto o a lo loco es más habitual de lo que nos parece.
Reflexionar pausadamente acerca de lo que hay que hacer en cada situación es, me atrevo a decir, la excepción hoy en día. ¿Cuánto tiempo pasas al día reflexionando?
¿Cómo romper el hábito?
¿Alguien se atreve a proponer maneras de romper ese hábito tan común en algunas personas? Yo lo encuentro extremadamente difícil.