Cuando somos pequeños y estamos en edad de estudiar, aprender forma parte de nuestro modo de vida y pocos son los que se plantean una actitud específica en relación con el aprendizaje. Aprender es lo que toca y listo. Quizás pueda gustar más, menos o acabemos por abandonar, sí, pero normalmente se asume que hasta la adolescencia, se aprende. Y no sólo en el cole. Con el tiempo eso cambia.
Nos hacemos mayores
Uno crece y crece y crece y, al final, se da cuenta de que ha llegado a los 20 años y la vida es distinta. Aparecen las responsabilidades, la experiencia empieza a modelarnos… en definitiva, que ya no somos niños. ¡Qué os voy a contar!
Mucha gente opina entonces que ya es momento de dejar de estudiar («aprender») y ponerse a trabajar. Si estudias una carrera, el plazo se alarga un poco más, claro. Si es ingeniería, el alargamiento puede llegar a cotas insospechadas.
Pero la vida sigue y seguimos creciendo con ella.
¿Qué me va a enseñar éste a mí?
Con el tiempo puede ocurrir que la empresa en la que trabajamos ofrezca formación. ¡Bendita empresa! Sin embargo, según mi propia experiencia, salvo en contadas ocasiones, la formación ofertada por la empresa suele ser un desastre. No vamos a entrar a valorar aquí la política gubernamental en relación con la formación en la empresa, que no toca.
Sí hablaré sobre el famoso «¿qué me va a enseñar éste a mí?». Es una frase muy común entre los asistentes a los cursos cuando el profesor no mira. Esta frase denota una actitud: no voy a aprender nada de ti porque yo ya sé todo aquello que puedas enseñarme; trabajo a diario en lo mío, ¿cómo vas a venir tú a enseñarme algo nuevo?
Ésta es una actitud muy peligrosa en la formación porque hace que el alumno desarrolle una coraza que le impide aceptar ninguna enseñanza por parte del profesor.
¡Me pasa a mí!
Sí, ¡tengo que reconocerlo! Hoy en día la formación es más accesible para cualquier ser humano de lo que lo ha sido nunca. Hay cursos online de todo lo que uno pueda imaginar, con profesores inmejorables. Tutoriales a mansalva, manuales disponibles para cualquiera. Toda la información con la que puedas soñar a un click de distancia.
Hace poco inicié un curso online de Excel voluntariamente. Al poco tiempo de iniciarlo pensé: «¿qué me va a enseñar a mí éste?». Puede que poca cosa o puede que mucho pero no podré averiguarlo hasta que vea el temario por lo menos. Iniciar el curso con la actitud de «no voy a aprender nada» es el mejor pasaporte para, efectivamente, no aprender nada.
Me planté, reflexioné y… me salió este post.
Aprendizaje y humildad
Si bien es cierto que, si trabajas a diario en tu propio campo del conocimiento es probable que seas bastante experto en la materia, no es menos cierto que la ciencia avanza que es una barbaridad y que lo que sabes hoy puede quedar superado mañana. Además, ser bueno en un campo no quiere decir que seas bueno en otros campos adyacentes o dispares.
Para aprender es necesario reconocer que hay cosas que se desconocen. Es un proceso interno que implica humildad: yo no sé hacer algo.
Activar este proceso es clave para los formadores. Romper esa coraza es necesario para no perder el tiempo con charlas que no llegarán a ningún lado. Es difícil, claro, pero saberlo es un buen punto para empezar.