Una magdalena es un objeto comestible normalmente inanimado (muffin en inglés). A veces está realmente bueno, en otras ocasiones no tanto. Para los puristas, es un pastel hecho exclusivamente de bizcocho, como mandan los cánones y la tradición. Para los más innovadores es una oportunidad para mezclar sabores, texturas y colores sobre algo que luego te vas a comer.
Aquí un ejemplo:
Las magdalenas de toda la vida las hace la tía Dolores en su cocina, con su horno. Las trata de manera individual, con cariño, con amor. Piensa en quién se va a comer cada una de ellas, las mima. No suelen ser muy recargadas y son, casi seguro, más aburridas que las que se hacen de manera industrial.
Las industriales carecen de cariño pero lo compensan con grasas, azúcar y multitud de aditivos perniciosos que las hacen deliciosas.
Magdalenas
La magdalena es algo pasivo, se deja hacer. No reacciona. Si la pones allí, allí se queda hasta que alguien vuelve a moverla. Si continúa por mucho tiempo en un lugar, acabará en malas condiciones. Si perdura mucho, la erosión hará que desaparezca. No esperéis que con el tiempo desarrolle una primitiva inteligencia, sensibilidad o cualquier otra cualidad que no tuviera al principio.
Da igual que la haya hecho la tía Dolores con todo el cariño o una vulgar máquina industrial sin sensibilidad alguna. Una magdalena es una magdalena y punto.
Los clientes
Por el contrario, aunque algunos se puedan sorprender, los clientes suelen ser seres humanos. Muy distintos a las magdalenas.
Los clientes sí tienen sentimientos, sensibilidad, reaccionan a los cambios de su entorno, un día se levantan contentos y otros aburridos, no se comen, si los dejas mucho tiempo en un mismo sitio, se aburren.
En fin, todo lo contrario a una magdalena.
A continuación tenéis un ejemplo:
Como podréis observar, son muy distintos a cualquier magdalena que podáis encontrar.
¿Y qué? ¿A qué vienen las magdalenas a este blog?
Pues resulta que como los clientes y las magdalenas son cosas diferentes, deberían ser tratados de manera diferente. Si te empeñas en tratar a tus clientes como magdalenas, estos acabarán por irse de tu negocio y no volverán jamás.
¿Esto puede ocurrir? Um… sí. Por muy alocado que os pueda parecer, muchas empresas tratan a sus clientes como trozos de carne con ojos o como magdalenas. Los quieren poner en fila, hacerles esperar hasta que ellos puedan atenderles, obligarles a seguir un procedimiento, hacerles elegir entre opciones sin sentido, que paguen pronto y se vayan cuanto antes. Vamos, que no molesten mucho, como las magdalenas, que tenemos cosas mucho más importantes que hacer.
Ejemplos de ello los tenéis en este blog.
¿Entonces?
Piensa en tus clientes como seres humanos, no como máquinas tragaperras que, con suerte, soltarán su efectivo en tu negocio, piensa en sus sentimientos, en su dignidad, en sus aspiraciones, necesidades, experiencias… en todo aquello que una magdalena nunca podrá aportar.
Olvida las magdalenas y piensa en seres humanos.