Ya hablábamos de costes hace unos días aquí. Los costes son esas cosas de las que uno se acuerda cuando la empresa va mal.
Y no quiero que quede la idea de que no hay que estar pendientes de los costes: más bien todo lo contrario.
Los costes
Hay que estar pendiente de los costes cada día, todos los días y no sólo cuando la empresa va mal. Acordarse de ellos en malos momentos es humano, pero lo que hay que hacer es gestionar y controlar los costes cada día. Incluso si te va bien.
Cuando va bien
Los problemas suelen relativizarse y cuando la situación es buena y todo va bien, es normal que nos olvidemos un poquito de los costes y que se asuman como buenos incluso siendo mayores de lo esperado.
Un lujo no viene mal a nadie de vez en cuando
Sí, sin problema, vale. Cada uno decide en qué gasta su dinero. Puede recubrir la fachada de pan de oro o exigir a la dirección que viaje en clase turista. La cuestión es saber en qué se gasta y cuánto y aceptarlo como válido.
Pero controlado, por favor.
Agárrate que vienen curvas
Es lo que normalmente ocurre: que las ventas caen, los margenes se desploman y nosotros empezamos a pensar en costes. Ya no vemos a Manolo tirando de un pallet, sino un fajo de billetes moviendo mercancía por el almacén sin saber muy bien a dónde ir. Fulgencio, el que coge el teléfono, pasa a ser un lujo inútil ahora que tenemos un móvil cada uno. Hermenegildo, el que hace los presupuestos y controla el inventario es un vago que está todo el día sentado en su despacho… y así.
Costes por todos lados que antes eran invisibles. De hecho, imprescindibles. Porque Manolo, Fulgencio y Hermenegildo eran los que, a fin de cuentas, preparaban los pedidos, atendían a los clientes y controlaban la situación.
Cuando esto ocurre, es síntoma de que hemos estado haciendo las cosas mal durante mucho tiempo.
Las soluciones drásticas suelen ser malas soluciones
A veces hay que amputar pero, si es posible, lo mejor es no tener que llegar a eso. Perder una pierna es un gran inconveniente. Perder a Manolo, Fulgencio o Hermenegildo, también.
En ocasiones no hay más remedio, pero si se prescinde de aquellos que hacen funcionar la empresa, que sea porque no hay otro remedio más que ese. Y deberíamos ser conscientes, además, de que esas pérdidas traerán, sin duda, consecuencias.
Los pallets no se mueven solos, los clientes necesitan ser atendidos y un almacén que no controla el contenido acaban por sucumbir bajo su propio peso antes de lo que nos atrevemos a pensar.
Conclusiones
Costes todos los días. Y no únicamente cuando empieza a llover.
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