Microsoft retoma personalidad propia, primer requisito para ser el líder.
No sé por qué, pero de un tiempo a esta parte han proliferado empresas que se han dedicado a competir con todos en todo lo que hacían. Microsoft era una de ellas. Os dejo unos segundos para que penséis en otras cuantas. Supongo que como tenían un buen músculo financiero, podían permitirse probar y fallar en casi cualquier cosa.
Microsoft era una de esas empresas; andaba de capa caída. Casi todos los mercados en los que competía eran dominados o estaban a punto de serlo por empresas de la competencia.
Sus intentos
Zune, MSN (The Microsoft Network), Bing, Windows Vista, sus sistemas operativos para móviles, Hotmail… incluso Internet Explorer eran productos que o bien habían tenido éxito en un pasado pero ya no más o bien no habían conseguido ni siquiera despegar.
Un poco, poquísimo, de la historia de Microsoft
Microsoft nació en 1975, que se dice pronto. Se dedicaba a desarrollar software para ordenadores personales. Esto es un resumen sucinto y lo demás son tonterías.
Con más de 35 años de vida en el sector, había gozado hasta hace poco de una vigorosa salud con un gran éxito en los sistemas operativos y software para oficinas. Su éxito era admirable, sobre todo porque los productos que entregaba en el mercado no solían contar con un juicio unánimemente positivo por parte de los críticos ni por los usuarios. En muchos casos simplemente no había alternativa real y había que «sufrir» sus productos. En su defensa cabe decir que, pese a contar con poca competencia, siguieron desarrollando sus productos intensamente. De hecho, en muchas ocasiones la competencia de Microsoft era la misma empresa, Microsoft: Cuando lanzaba un sistema operativo nuevo, le costaba años conseguir que los usuarios de la versión antigua la abandonaran para pasar a la siguiente.
Cuando Bill Gates dejó la presidencia de la compañía, ésta recayó en Steve Ballmer. Con el tiempo este ejecutivo consiguió convertirse en una persona antipática que dejó de entender el mundo en el que se movía y acabó por deja paso a nueva sangre.
En ese momento el comportamiento de la compañía era algo así como… errático. Competía en muchos nuevos mercados pero no lo hacía bien en casi ninguno. Las ventas de sus sistemas operativos se encontraban muy amenazadas y no era la marca «guay» a la que todo el mundo aspiraba. Ahora estaban Apple, Google y muchas otras.
Finalmente, Steve decidió que para qué seguir luchando a estas alturas y cedió el testigo a Satya Nadella como nuevo CEO en febrero de 2014, hace apenas 3 meses. Desde entonces la compañía ha dado un giro en su estrategia impresionante.
El cambio
Satya Nadella ha conseguido dar la vuelta a una empresa como Microsoft, es decir, un mastodonte, en apenas 3 meses. Ha reorientado su política respecto a los sistemas operativos móviles, ha presentado Office para iPad, han restaurado el escritorio en Windows 8, tal y como pedían sus usuarios, una nueva X Box sin Kinect y más barata.
En fin, ha puesto la casa patas arriba y ha cambiado la filosofía de la empresa, que ha dejado de mirarse tanto el ombligo y ha empezado a vérselas con los clientes de nuevo.
Una decisión valiente
Hace unos días Microsoft presentó su nueva tableta/portátil. Me parece interesante remarcar dos hechos:
- La nueva tableta, de 12», Microsoft Surface Pro 3, al contrario que sus dos anteriores predecesoras, está fuera del estándar actual. Es más grande y pesa menos. La coloca en un nuevo segmento que busca atacar a los portátiles y reconvertirlos en esto.
- A pesar de tener una versión algo inferior en tamaño, Microsoft finalmente optó por no sacarla al mercado: no era lo suficientemente diferente como para lograr unas ventas razonables.
Microsoft ha dejado de ir chupando la rueda de otros y empieza a atreverse a presentar productos no sólo nuevos, sino innovadores.
Si Microsoft puede, tú también puedes
Cambiar Microsoft es una empresa complicadísima. Yo nunca lo he hecho, pero puedo imaginarme que fácil no tiene que ser. Si ya me cuesta a lidiar con el jardinero, imagina una empresa de miles de trabajadores dispersos por todo el mundo.
Pues sí, parece que se puede. Y si ellos pueden, casi con total seguridad, tú también puedes. ¡Ánimo!