Un poco de amor nunca viene mal. Un poco de amor por el negocio tampoco. Sí, a veces es difícil mantener la llama del amor ardiente, pero descuidarla puede llevar el negocio al traste.
Mejor no mezclar amor con negocios
Cierto, pero mejor amar aquello que haces. Lo disfrutarás más, se notará y tus clientes lo disfrutarán más. Un negocio llevado con amor es en la mayor parte de las ocasiones mucho mejor que un negocio llevado con desgana.
¿Y hay negocios llevados con desgana?
No muchos, ¡muchísimos! Son negocios en los que los modales no son los mejores, donde se nota que se hace lo justo para cubrir expediente, donde los empleados no sienten pasión por los clientes, donde da igual hacer las cosas bien o mal, donde no se piensa en el futuro, sino en el ahora mismo y el fin de la jornada laboral. ¿Os recuerda esto alguna empresa?
Alternativas
Las hay, desde el re-enamoramiento, hasta la venta o traspaso de la empresa.
El cambio suele ser un gran revulsivo que puede reconducir la situación. Tratar de cambiar la manera de hacer las cosas, inventar métodos o procesos nuevos, nuevos productos, servicios, nueva orientación al mercado, nuevos clientes… cualquier cosa que implique un cambio puede acabar con la rutina y la desgana.
Nuevos retos, nuevos horizontes. En ocasiones es lo que se necesita.
En otras ocasiones la situación es tan mala que lo único válido es cerrar o vender el negocio. Es una pena llegar a eso, pero a veces es la única salida.
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