Hace unos domingos visitamos un restaurante italiano. La verdad es que nos sorprendió muy positivamente después de varios años sin haber comido allí.
Pero aún habiendo pasado tanto tiempo desde la última visita, hubo un detalle que sí recordé: la promoción orientada a la fidelización que estaba en vigor. Cuatro años más tarde y siguen con la misma promoción.
Promociones
Todo el mundo las hace. Y todo el mundo debería hacerlas. Es una de las formas más efectivas de estimular el consumo de nuestros productos y servicios. Sin embargo, las promociones deben ser limitadas en el tiempo o se transforman en “tarifa”. Y si no buscas el efecto de la promoción, entonces no lo anuncies como promoción. Además, las promociones deberían:
- Ofrecer algo realmente especial, diferente a lo habitual.
- Ser estudiadas, hacer números, pensarlas bien. Pueden volverse en tu contra si no.
- Ser publicitadas y segmentadas, si no, de poco sirven.
- Estar limitadas en el tiempo y anunciarlas así: son las que mejor fomentan la acción de los clientes.
- No ser predecibles, ni en fechas ni en alcance: si todos saben que el viernes empieza la promoción del verano, dejarán de comprar hoy y lo harán el viernes.
- Ser justas y éticas: sacar productos defectuosos o con taras, ofrecer una pobre calidad con excusa de una promoción no es de recibo y, además, se volverá en tu contra.
Locura
Cuanto más alocada parezca una promoción, mayor probabilidad de éxito. Una promoción del estilo “20% de descuento en pizzas medianas” tendrá mucho menos éxito que una del estilo “si te comes la pizza entera, no la pagas”. Habrá que asegurarse luego de que la pizza es lo suficientemente grande para que no se la coma cualquiera, claro.
Reflexionemos
Las promociones son una excelente herramienta para estimular las ventas. Pero hay que pensarlas antes de ponerlas en práctica. Hacer números es necesario siempre. La creatividad a la hora de crearlas será recompensada. ¡Ánimo y usadlas!
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