Hace semanas que no viene. Y lo peor es que, probablemente, no vuelva. Hoy hemos recibido una llamada telefónica de Bofrost para preguntarnos si queríamos realizar algún pedido.
Como decíamos en un anterior post, «las cosas están cambiando» y las empresas deciden hacer cambios para adaptarse a esta nueva situación.
La era digital
Bofrost no podía ser menos: estamos en la era digital y hay que adaptarse a ella. No conocemos cuál ha sido el proceso que ha llegado a esta empresa a decidir los cambios ni las razones ni su previsión de impacto en su cuenta de resultados. ¿Podemos imaginarlo?
- Probablemente alguien ha pensado que Internet brinda una maravillosa oportunidad para poder realizar los pedidos desde casa cómodamente sentados en el sofá.
- Posiblemente alguien pensó, además, que tener a los «hombres Bofrost» deambulando por media provincia para realizar y entregar los pedidos implicaba un coste elevado y fácilmente reducible.
- Seguramente alguien tuvo la genial idea de reescribir los procesos internos y pasar de un vendedor a domicilio que, además conduce un camión y entrega los productos a una venta por Internet y, cuándo esta se produzca, enviar el camión para que entregue la mercancía pedida a domicilio.
De esta manera pueden reducir costes de transporte manteniendo la calidad a la que tienen acostumbrados a sus clientes. Porque está claro que sus clientes compran Bofrost y no congelados en Carrefour porque los primeros tienen una calidad intrínseca mucho mayor, ¿o no?. Sí, debe ser así, porque aún con un precio claramente superior a los congelados convencionales, mantienen las ventas.
¿Y si no es así?
Existe un problema: puede ser que las cosas no sean así.
El procedimiento actual consiste en realizar el pedido por Internet o teléfono y posteriormente se producirá el envio. Lógico en la era digital y todo eso.
La realidad es que, tal y como ya comentamos en el anterior post, el «hombre Bofrost» es una pieza clave en el proceso de compra. Con la frecuencia que pasaba (cada 15 días), pocas familias podían planificar sus compras a Bofrost para dejar de comprarlas en otros establecimientos. De hecho, gran parte de las compras que se hacían en nuestra familia eran por impulso (hay que reconocerlo, sí).
El «hombre Bofrost» recomendaba con gran acierto algunos productos, presentaba los nuevos y recordaba algunos que ya habíamos pedido antes para que no los olvidáramos esta vez. Generalmente empezábamos comprando una simple bolsa de patatas fritas y acabábamos gastando 30€ en otros productos.
Ahora podemos hacer el pedido cuando queramos, sentados en el sofá de casa. Con el iPad incluso. En alguna ocasión nos han llamado por teléfono para preguntarnos si queríamos algo. Pero desde que es así de cómodo, no hemos vuelvo a pedir. No hemos vuelto a ver el camión en nuestro barrio. Antes era habitual encontrarlo con frecuencia aparcado en cualquier punto de la ciudad haciendo ventas. Ahora no.
Cuando visitas su web te das cuenta de que tienen poca experiencia en venta a través de Internet. No es que esté mal diseñada ni sea fea, es que no invita a comprar. Comparad Bofrost* con Amazon. En la primera nada más llegar, lo primero que uno se encuentra es que hay que seleccionar la comunidad autónoma desde la que se accede. Eso lo dice casi todo.
Los productos mostrados tienen una foto y un breve comentario/descripción; pinchando en ellos se accede a una descripción más detallada. No soy experto en análisis web, pero teniendo en cuenta que la compra se debe principalmente al impulso, dudo que este sitio web cumpla con su función.
Quizás ahora prefieran una venta razonada antes que la venta por impulso, pero quizás eso sean demasiados cambios en tan poco tiempo.
Me da la impresión de que, poco a poco, cada día veremos menos camiones de Bofrost en la calle. ¿Les dará tiempo a rectificar entonces?