Tras el caso de 3M y su burocracia interna no pude evitar acordarme de un caso curioso que se nos planteó en la empresa.
Fue durante una reunión con un comercial de Würth, una empresa de material de fijación, adhesivos, equipos para montajes, etc. con un catálogo de miles de páginas. El comercial nos indicó que para hacer un pedido teníamos que tener ficha de cliente. Y para tener ficha de cliente teníamos que haber hecho un pedido antes.
Para poder hacer un pedido por primera vez había que, o bien ir a las instalaciones de Würth, pedir algo en el mostrador y entonces empezar con el procedimiento administrativo, o bien pedirle al propio comercial algo en esa misma visita. Las instalaciones de Würth nos pillan bastante lejos y el horario no nos viene bien.
Como acabábamos de conocer a la empresa, no sabíamos qué pedir ya que sus productos son de compra técnica, es decir, que hay que saber qué quieres con detalle y buscar las especificaciones técnicas correspondientes. Tampoco no nos quería dejar el catálogo («es muy caro, tiene miles de páginas en color…») para poder saber qué venden con detalle y luego qué comprar.
Para ver el catálogo online, había que tener ficha de cliente… y ya podéis imaginaros.
El hombre volvió unas semanas más tardes con su mismo maletín cargado con un catálogo impresionante de productos. Pensábamos que habría logrado encontrar la manera de salir de su bucle infinito, así que lo recibimos con alegría.
Resulta que no. Nos contó de nuevo el proceso de compra y nos insistió en que lo probáramos. Fue imposible.
Reflexionemos
Al final, alguien salió perdiendo. ¿Imagináis quién fue?