Hace poco asistí a una conferencia acerca del periodismo en el siglo XXI y su relación con Internet. Una de las preocupaciones del sector es saber si el «periodismo» va a seguir existiendo como tal a medio plazo.
No está mal como pregunta. El hecho de que los integrantes de todo un sector estén preocupados por su posible desaparición en pocos años, nos hace plantearnos el impacto real que ha tenido Internet en nuestras vidas.
Hasta hace poco, la vida de este sector, el periodístico era relativamente tranquila: cada día una plantilla de periodistas salían a la calle a «capturar» noticias que más tarde redactarían, maquetarían e imprimirían. Cada periódico se decantaba por una línea editorial más o menos marcada políticamente y los lectores acudían cada día al kiosko a comprar sus ejemplares. Al menos en teoría.
En realidad, había mucho más: cómo conseguir la «subvención» del gobierno de turno, en forma de publicidad institucional, cómo conseguir atraer a los lectores suficientes, cómo distribuirse zonas geográficas para acaparar un mayor número de instituciones, recopilar y evaluar la conveniencia o no de publicar ciertas informaciones, crear opinión, ejercer influencia… En fin, un montón de campos que abordar.
Algunos periódicos desaparecían, pero luego otros venían a sustituirlos.
La visión de los editores podría ser algo así como: tenemos unos lectores a los que gusta nuestra línea editorial y están dispuestos a pagar por recibir nuestros maravillosos ejemplares diarios.
Sin embargo, si ahora tuviera que explicarle a Juanito o Alvarito en qué consistía un periódico, estoy seguro de que me mirarían incrédulos. Más o menos debería ser así: unos señores elijen por vosotros unas noticias, con una tendencia ideológica que ellos deciden, las imprimen en un papel de baja calidad, que mancha y tú, al día siguiente, sales de casa, recorres una distancia hasta el punto de venta, pagas un euro y pico, te lo llevas y lees lo que pasó ayer.
Ese modelo funcionaba porque no había alternativa real. A pesar de sus grandes ineficiencias.
Sin embargo ahora la cosa ha cambiado: enciendo mi ordenador o conecto mi móvil y obtengo de manera instantánea las noticias sobre los temas que verdaderamente me interesan. Yo decido mi propia línea editorial y qué quiero o no leer. Además, si lo deseo, puedo opinar e intercambiar ideas con gente con gustos similares a los míos. Ésta es la realidad ahora.
Cambios
El cambio es radical y, por tanto, muy difícil de asumir. Hay que admitirlo.
Sin embargo, me preocupó que la pregunta que daba sentido a la conferencia, «¿Seguirá existiendo el periodismo en el siglo XXI?» estaba orientada a cómo conseguir ingresos económicos sostenibles con el modelo que han creído los principales medios que era el apropiado para su audiencia, y no a tratar de detectar cuáles eran las nuevas necesidades y hábitos de los lectores.
Se plantearon diferentes modalidades de pago ante los insuficientes ingresos generados por la publicidad en vez de preguntar a la audiencia qué esperaban del periodismo en este nuevo siglo y contexto.
Señores, Twitter, Facebook, Feedly y similares quizás saben la respuesta. Y parece ser que el modelo que viene es bastante diferente al que las grandes editoriales han planteado para sus cabeceras. Eso es lo que tienen que averiguar: ¿qué hay que cambiar para poder, no sólo sobrevivir, sino triunfar? Y los ingresos vendrán después, no se preocupen.