Es muy difícil averiguar qué y cómo lo quieren nuestros clientes. Pero es aún más complicado saberlo si tenemos en cuenta que las necesidades no suelen ser estáticas, sino que son cambiantes de manera continua. Incluso cuando pensamos en lo más básico.
Ejemplo: Hace décadas los consumidores demandaban productos frescos (materias primas: frutas, hortalizas, carne, lácteos) en los mercados para poder elaborar la comida en casa. Posteriormente, comenzaron a demandar productos elaborados que poder incorporarlos a sus recetas y, así facilitar su preparación (caldos preparados, conservas, salsas, etc.). Con el desarrollo y la incorporación de la mujer al mercado laboral los tiempos disponibles para cocinar se han ido reduciendo y comenzó la demanda de comidas preparadas.
Pero la cuestión siguió evolucionando: aparecieron los productos de cuarta gama, los servicios a domicilio de comidas y las comidas preparadas para consumir en el puesto de trabajo. Últimamente, los consumidores exigen cada vez mejor sabor y experiencia en este tipo de platos e incluso Arzak ha colaborado con alguna marca para ofrecer mejores recetas.
Aquél que sigue ofreciendo hortalizas ajeno a todo esto tiene suerte de poder hacerlo. ¿Por cuánto tiempo será capaz de mantener el negocio? ¿Con qué parte del pastel (cuota de mercado) se quedará? ¿Quiénes son sus clientes?
Por otra parte, las empresas deben estar con el ojo puesto en el mercado y ser capaces de ofrecer aquello que el cliente realmente desea, no lo que las empresas creen que saben hacer.
¿Cómo se hace esto? Desde luego no a base de encuestas y menos si éstas son de satisfacción al cliente.